
Se llama decepción.
Tiene un nombre sencillo y apariencia
mudable y residencia ubicua. Puede
aparecer tras rosas y ventanas,
manifestarse en nieve en el desierto
y en ardor en mitad del hielo azul.
Es hiedra que recorre cada muro
por la vertiente interna del amigo;
sal que cierra con ascuas las heridas,
lluvia de piedras sobre el terciopelo
de la buena intención hecha migajas.
Tu barco va a encallar en sus sargazos,
el viento ya no sopla y estás quieto,
a medio hundir, sin velas ni sextante.
Francisco José Martínez Morán