Para Andreu Navarra
Tras poquísimas semanas de clase,
con la mera explicación del Timeo Danaos
et dona ferentes, una alumna de 4º de la ESO me pide que le preste la Eneida. Al principio, injustamente
escéptico como soy a estas alturas, no me lo creo y esbozo una tibia
advertencia. No la acepta: tiene que leerla. Me insiste por los pasillos. El
lunes se la dejo; lleva mi nombre y mi firma en el frontispicio amarillento. Titubeante caligrafía de diciembre de 1997. Veinte años.
Hay esperanza, claro que hay
esperanza. Incluso si no la termina, no ha hecho más que empezar.
3 comentarios:
Desde luego. Una gran esperanza. Y habrá más, sin duda.
En educación, qué alegrías tan grandes dan las cosas pequeñas.
Abrazos.
¡Qué fenomenal! ¡Qué momento tan hermoso!
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