Simplemente nadar
Estamos obligados a nadar,
a enarbolar braceos que no alcanzan
nunca ninguna orilla: la exigencia
del chapoteo inane, el desencanto
de batirse en un círculo de espuma
y olas crespas; la sal en el aliento,
la sed jamás resuelta en la papila,
el ardor de la lengua apelmazada.
Francisco José Martínez Morán